Cada año, centenares de chicas y chicos sanmartinenses parten hacia otras ciudades para iniciar una carrera universitaria. La Lic. Andrea Bongiovanni nos brinda algunas claves para pensar juntos una etapa plena de cambios y desafíos. Primera parte.

25 Ago 2015
    

Belgrano, Castelli, Moreno y una lista interminable referentes de nuestra historia hicieron sus estudios universitarios muy lejos de su casa. Y aquí mismo, hasta hace poco, todo aquel que quería estudiar algo, tenía que irse del pueblo. Hoy hay más opciones para estudiar en nuestra ciudad, pero las chicas y chicos siguen migrando por el estudio, por lo general, con un alto costo emocional y económico.

Andrea Bongiovanni: Es cierto, en muchas ciudades del país, históricamente, la decisión de estudiar lleva implícita la decisión de mudarse. Hoy hay una oferta mucho mayor de alternativas de estudio, sin embargo a muchos adolescentes y jóvenes les cuesta más salir de la casa de sus padres. Y al mismo tiempo, a los padres de hoy también les cuesta más dejar partir a los hijos. Esa combinación contribuye a retrasar ciertas etapas de crecimiento.

Al tiempo que se queman otras…

AB: Al tiempo que se queman otras, tal cual. Sin embargo, no hay mucha conciencia de esto. En cierto modo, el conjunto de la sociedad tiende a ser adolescente: la niñez salteando etapas hacia adelante, y el mundo adulto resistiéndose a madurar.

Hay una cierta adulteración: niñas que visten como estrellas pop

AB: ¡Y madres que se visten como niñas! (RISAS) Bueno, todo eso genera conflictos de identidad, de apropiada maduración. Pero tampoco hay que idealizar el pasado. Antes las mujeres éramos madres muy jóvenes, a los 18 años como muy tarde. Ese era el mandato establecido. No había muchas opciones, no había verdadera elección. Ahora, quizás, el problema es que hay demasiadas opciones.

¿Por ejemplo?

AB: Por ejemplo, hoy en nuestro país un menú de 6.000 carreras de estudio. Miles de alternativas, en 15 ramas ocupacionales diferentes. Dentro de ese panorama, entre las más elegidas, se destacan las carreras humanísticas, las vinculadas a la administración, y también las científicas.

Recientes informes aseguran que, por primera vez en décadas, hay más estudiantes de Ingeniería que de Psicología.

AB: Es posible. En todo caso, hoy la realidad es bastante más compleja y rica que la de hace 30 años. Ahora hay muchas carreras nuevas, algunas con salida laboral bastante inmediata. En este marco, hay una gran variedad de nuevas carreras terciaras y tecnicaturas que conviene analizar. Se trata de una meta más corta y realizable. Una vez alcanzada esa meta, lógicamente, se puede seguir estudiando una carrera universitaria, pero ya con un título y mejores alterativas laborales.

Según tu experiencia profesional, ¿Hay más deserción dentro de las carreras universitarias que en las terciarias?

AB: Sin dudas. En las carreras “largas”, el objetivo puede parecer muy distante y eso puede resultar frustrante para muchas personas. A eso hay que sumarle que para alguien recién salido del colegio, resulta bastante complicado entrar en la dinámica de la universidad, sobre todo si es pública (anonimato, conflictos gremiales, burocracia, días y horarios cambiantes, son algunas de las dificultades que debe enfrentar). En ese sentido, las carreras terciarias, por lo general, se parecen más al ambiente conocido del secundario (horarios fijos, asistencia, previsibilidad, etcétera). Y además brindan un título y una alternativa laboral más próxima, en menos años. Esto hace que el índice de deserción sea mucho más bajo entre los estudiantes terciarios que entre los universitarios.

Los estudiantes que también trabajan la tienen todavía más complicada…

AB: Seguro, más aun si estudian en una universidad pública. La contrapartida es que, en general, los títulos de una gran universidad pública tienen más prestigio que los del común de las privadas.

Con todo este panorama, migrar a otra ciudad para estudiar es un paso que se debe meditar muy bien.

AB: Es una decisión que se debe tomar en familia. Sin el apoyo de la familia es realmente muy difícil que una chica o un chico puedan terminar un estudio terciario o universitario en otra ciudad, o siquiera iniciarlo. En ese sentido, según mi experiencia, lo primordial suele ser lo afectivo, los vínculos personales y emocionales. La ayuda económica no es todo ni es lo más importante: antes que nada los chicos y chicas necesitan fortaleza interior como para plantearse una nueva etapa lejos de casa. Cuando no es así, quizás conviene esperar un poco antes de cambiar de ciudad, de referencias. Trabajar o estudiar un idioma durante un año en la ciudad la propia ciudad ayuda a fortalecer la autoconfianza, como paso previo a dar el gran salto.

Probar las propias alas antes de abandonar el nido.

AB: Claro, antes de alzar el vuelo, incorporar hábitos de independencia. Por ejemplo, en nuestro pueblo (por razones climáticas o de distancias) a muchos adolescentes los llevan y los traen al colegio, a la casa de sus amigos o a una fiesta. Lógicamente, ir a estudiar a otra ciudad implica que, de un día para otro, todo eso se termina. Algunos chicos y chicas se adaptan fácilmente a ese tipo de cambios, pero a otros les cuesta mucho. Bueno, la universidad demanda un gran crecimiento en ese sentido: ser independientes, administrar los propios tiempos, tomar decisiones. Dicho de otro modo, la carrera la hace uno. Cada estudiante va decidiendo cómo avanzar, por dónde, con qué plazos y recursos. Todo eso va constituyendo, también, al futuro profesional, su capacidad de análisis y su toma de decisiones. 

¿En qué medida el colegio secundario prepara para la vida universitaria?

AB: Por lo general, poco, muy poco. La inmensa mayoría de chicas y chicos ni se plantea por qué estudia en tal colegio y, una vez en el colegio, los estudiantes casi no deciden nada, no eligen nada. Esa es una falencia importante de la escuela media, tan significativa como el bajo nivel académico. Pensemos que apenas el 23% de los estudiantes de la universidad pública, y el 40% de la universidad privada llegan a recibirse. Cuando indagamos sobre los motivos de semejantes porcentajes de deserción, las principales razones son, precisamente, la dificultad para adaptarse a la vida universitaria y el bajo nivel académico de la escuela media.

A la vez, conviene recordar que hoy hay muchos más estudiantes universitarios que hace 15 años.

AB: Sí, hay más población universitaria, hay nuevas casas de estudio, y hay un porcentaje creciente de estudiantes latinoamericanos atraídos por la calidad de la universidad argentina. Eso también es digno de destacar. (CONTINUARÁ…)

Andrea Bongiovanni es Licenciada en Psicopedagogía (USAL), especializada en Orientación vocacional y ocupacional, con estudios de posgrado en Psicopedagogía Laboral.

 

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Entrevista: Jorge Gorostiza