Empezó el invierno. ¿Cómo influye en nuestro ánimo? Entrevista al Lic. Agustín Santillán, Psicólogo. (Primera parte)

26 Jun 2015
    

¿El invierno puede influir en el estado anímico de una persona?

Agustín Santillán: Sin dudas. A medida que nos alejamos de la línea imaginaria del Ecuador, encontramos más casos del llamado Trastorno Afectivo Estacional (TAE). Se trata de un tipo de depresión casi siempre asociada a la época invernal. El DSM4 (el manual estadístico de las enfermedades mentales) lo describe como una depresión cíclica y recurrente con algunos síntomas atípicos como una mayor tendencia a la ingesta de hidratos de carbono (en lugar de falta de apetito característica de otro tipo de depresiones). También se presenta hipersomnia, es decir, un trastorno del sueño caracterizado por una somnolencia excesiva diaria.

¿Tiene una explicación biológica?

AS: Ciertamente. El trastorno se inicia con el otoño y finaliza con la primavera, es decir en los meses de menos luz solar. Esa disminución de la luz solar, a su vez, genera una disminución de la síntesis de serotonina, un neurotransmisor fundamental para mantener el equilibrio en nuestro estado anímico. Ese déficit de serotonina conduce a la depresión. De hecho, algunos antidepresivos actúan inhibiendo la recaptación de serotonina, es decir, ayudan a evitar que disminuya la serotonina. Del mismo modo, la falta de luz solar, también genera un déficit de Vitamina D, fundamental para nuestra salud ósea. O sea, hay una íntima relación entre el adentro y el afuera, entre nuestro bienestar personal y las condiciones estacionales externas.

Entonces es mejor vivir cerca del Ecuador…

AS: No creas, a medida que nos acercamos a la línea del Ecuador, o sea, a medida que tenemos más horas de luz solar, desaparece la tendencia a la depresión estacional pero aparecen otras patologías. Hay más sol, más colorido, pero también aumenta la tendencia a las manías, hay más agresión e irritabilidad. Entonces lo ideal sería un término medio, como tantas otras cosas en la vida.

No podemos detener el invierno. ¿Hay que resignarse entonces?

AS: No, para nada. El Trastorno Afectivo Estacional no es una fatalidad ni es universal, es decir, no afecta a todas las personas ni a todas por igual. Pero, además, podemos hacer mucho a modo de prevención. Por ejemplo, en la medida de lo posible, no abandonar las actividades que nos hacen bien (sociales, culturales, deportivas, recreativas, etcétera). Y si esto no es posible por causa, precisamente, del invierno, generarse otras específicamente para la estación. ¿No puedo jugar al fútbol con mis amigos al aire libre? Bueno, no me quedo en mi casa, busco algún horario para jugar bajo techo. O sea, no podemos frenar al invierno, pero sí intentar gambetearlo. Lo importante es no quedarnos encerrados, metidos para adentro, sin relacionarnos.

 

Sucede que, de unos años a esta parte, muchas relaciones se han vuelto virtuales. ¿Hasta qué punto las redes sociales posibilitan efectivamente una relación verdadera o son algo así como una ficción del encuentro personal?

AS: La pantalla es un intermediario que puede “devorar” a la persona. Por ejemplo, donde hay una pantalla, el niño deja de jugar. Y eso, evidentemente, no es sano. En invierno tendemos a quedarnos en casa, con la tele, la compu, el celular, la tablet… pantallas, en definitiva. De algún modo, a consecuencia del encierro, tendemos a quedar cautivos de esas mediaciones, en lugar de planificar encuentros genuinos. Las pantallas posibilitan muchos diálogos, pero también plantean ciertos límites a las relaciones personales. Sin embargo, esta dificultad en establecer vínculos que superen la superficialidad, puede darse también en el verano. La depresión nos aísla tanto como la manía.

¿Qué es la manía?

AS: Es algo así como la contracara de la depresión, un estado de excitación anímica permanente. Una gran extroversión que esconde también una dificultad para encontrarse con los demás en profundidad. Una persona que no puede detenerse en nada, ni hacer foco en nada, que parece estar tan arriba, tan efusiva, que no puede bajar, que no puede sentarse a conversar con el otro.

Qué no puede asumir, tampoco, una legítima tristeza…

AS: Claro, en algún punto, los extremos se unen, depresión y manía nos apartan de los demás. En un caso, por la depresión, las relaciones no se inician; en el otro, por la manía, las relaciones no se concretan. Entonces funcionan como las dos caras de una misma moneda. Y ambas tienen que ver con nuestros niveles de serotonina.

Volviendo a la cuestión de la luz solar, además del ciclo largo (invierno-verano), ¿Existe una influencia del ciclo corto (día-noche)?

AS: Seguro. El día y la noche deberían imprimirle un ritmo “natural” a nuestra jornada. Actividad durante el día, descanso durante la noche. Pero ese ritmo hoy está peligrosamente desdibujado. La televisión, en principio, la computadora y el celular después, y las redes sociales, últimamente, han extendido artificialmente la duración de nuestra jornada. Esto lo veo muy claramente en mi actividad docente: buena parte de los problemas de aprendizaje tiene que ver con que los niños y adolescentes no tienen las horas mínimas de descanso. A esto hay que sumarle que, en casi todos los casos, esa falta de sueño es el resultado de una sobre exposición a las pantallas. Así, se va generando una conducta autística. La pantalla es el placer sin el otro. Y eso, de algún modo, es como una adicción. Muchos niños y niñas están creciendo sin referentes personales, criados por una pantalla. Es necesario recuperar el encuentro personal. El diálogo, cara a cara, es lo necesario y lo verdadero.

 

Lic. Agustín Santillan

CEDIT y Clínica Chapelco

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Entrevista: Jorge Gorostiza